“Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado.” (Juan 6, 39)
En el Evangelio de hoy, Jesus nos dice que la voluntad de su Padre es que “todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna” (Juan 6, 40). Dios Padre, quien nos creó en amor, quiere que experimentemos su amor para siempre. El Señor desea que todos se salven.
Hoy, en la conmemoración de los fieles difuntos, toda la Iglesia ora según la voluntad expresada por Dios: que todas las almas que están en el Purgatorio vean a Jesus y finalmente sean recibidas en la perfecta alegría del cielo.
Recordar que nuestro Padre extiende su misericordia más allá de nuestra comprensión es esperanzador. El Señor es tan misericordioso que incluso les permite a todos los que mueren “en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados” continuar su purificación, de modo que puedan recibir la vida eterna (CIC, 1030).
Dios quiere que tengamos la esperanza de la vida eterna. Como dice San Pablo en la segunda lectura: “ La esperanza no defrauda porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo” (Romanos 5, 5). Nuestra esperanza está arraigada en la fe que tenemos en Dios que es amoroso y misericordioso. Sabemos que Jesus murió y resucitó por nosotros para que todos nos salvemos (5, 10). Por eso confiamos en ese mismo amor y esa misma misericordia para nuestros seres queridos, así como lo
hacemos para nosotros mismos.
Al rezar hoy en Misa por todas las almas en el Purgatorio, pídele a Dios que te llene de esperanza. Pídele que te recuerde su amor
infinito por ti y por todos los que ya han muerto. Cuando el celebrante eleva la Hostia y el Cadiz, agradece a Dios por enviar a Jesus para que “todos” puedan verlo y creer en él. Amén
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