“Oren siempre y sin desfallecer” (Lucas 18, 1)
Las palabras de Jesus en el Evangelio de hoy podrían soñar imposibles: ¿Orar siempre? ¿Sin desfallecer? Es muy fácil cansarse de orar, especialmente en aquellas situaciones en las cuales Dios pareciera tardar en responder. ¿Cómo hacemos para no darnos por vencidos? Veamos lo que nos dicen las lecturas de hoy.
Abre tu corazón para recibir ayuda de tus hermanos. En la primera lectura, Moises levanta su cayado en oración sobre la cima de un monte mientras Josue y su ejército luchan contra los amalecitas, los enemigos de Israel, abajo en el valle. Pero Moises comienza a cansarse; entonces Aaron y Jur le sostienen los brazos para que pueda seguir orando (Éxodo 17, 12). Gracias a sus amigos, Moises fue capaz de perseverar a Israel y ganó la batalla. No siempre es fácil pedir ayuda cuando estamos enfrentando dificultades. Pero pedirle a alguien que ore por nosotros abre la puerta a la gracia de Dios. Un amigo puede interceder por nosotros y ofrecernos ayuda cuando estamos cansados y recordarnos que Dios está con nosotros. Acude a las Escrituras. En la segunda lectura, Pablo ofrece palabras de ánimo a su joven discípulo Timoteo. Pablo presiente que su martirio está cerca (2 Timoteo 4, 6), así que exhorta a su amigo a confiar en la palabra de Dios. “Toda la Sagrada Escritura”, dice, “está inspirada por Dios” (3, 16). La Biblia tiene un poder divino que nos ofrece esperanza cuando estamos cansados. Puede reafirmar nuestra fe y llenar nuestra mente con la verdad de Dios. Cuando queremos darnos por vencidos, podemos recordar: “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (Salmo 121 (120), 2).
Cuando la oración se nos dificulta, podemos pedirle a Dios fortaleza. Jesús mismo intercede por nosotros, y el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad (Romanos 8, 26). Él es nuestro Padre amoroso, que siempre nos ayudará. Amén
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