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Domingo, 3 de Julio:

“No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz” (Gálatas 6, 15)

La iglesia en Galacia había recibido con alegría el mensaje de San Pablo: Jesucristo murió por sus pecados, resucito por su salvación y ellos podían abrazar esa salvación a través de la fe y el bautismo.  Pero después de que Pablo se fue de Galacia, llegaron otras personas con un mensaje distinto: Si ellos no adoptaban la ley judía, especialmente la circuncisión, su salvación estaría incompleta. Debian convertirse en hijos de Abraham judíos conversos, así como en cristianos.

                      Cuando Pablo se enteró de esto, envío una dura carta de amonestación. “¿Son tan duros de entender?”, pregunto. “Los verdaderos descendientes de Abraham son los que tienen fe”, no solo los que están circuncidados (Gálatas 3, 3.7).

Para Pablo, si los gálatas adoptaban la circuncisión, estarían perpetuando la antigua división entre los judíos y los gentiles, que Jesus había venido a abolir. Además, estarían alimentando la mentira de que Jesus pertenece solamente a cierta clase de personas. “Ya no importa el ser judío o griego”, les dijo Pablo, “esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesus, todos ustedes son uno solo” (Gálatas 3, 28).

Esta es una de las verdades mas poderosas de nuestra fe: En Cristo, toda división desaparece. Entre los cristianos no existen diferentes “niveles” o “clases” de creyentes. Todos somos pecadores por igual y de la misma forma Dios nos ama y nos perdona por medio de la cruz. ¿Vamos a aceptar esta salvación y permitir que el amor de Dios cure nuestro corazón dividido?

Pablo nunca quiso “gloriarse” de nada que lo hiciera sentirse especial o mejor que otras personas (Gálatas 6, 15). El don del amor misericordioso, liberador y transformador de Dios supera a todo lo demás.              Amen

 

 

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