“No estamos sujetos al desorden egoísta delhombre.” (Romanos 8, 12)
La mayoría de nosotros tiene algo de experiencia con las deudas. Sentimos la carga de saber que nuestros acreedores tienen cierto grado de poder sobre nosotros. A veces puede parecer como tener un yugo pesado atado sobre nuestros hombros. También sabemos lo liberador que es ser exonerados de la deuda. ¡Hacer el pago final se siente tan bien que solo queremos celebrar!
En la segunda lectura de hoy, San Pablo utiliza esta imagen de endeudamiento para animarnos: “No estamos sujetos al desorden egoísta del hombre” (Romanos 8, 12). La carne– esa parte de ti que se ve atraída por el pecado– no tiene más poder sobre ti. Gracias a que has sido bautizado en la muerte y resucitado con el. Tu has muerto al pecado y ya no le debes ninguna lealtad. Al resucitar con Cristo, ahora tienes una forma de escapar cuando surge la tentación.
Pero Pablo está anunciando una verdad que puede sostenernos si caemos en pecado e inspirarnos en medio de la tentación. Así que si pierdes una batalla de vez en cuando, puedes rezar: “Señor, tú sabes lo débil que soy, pero creo que este pecado no me define. ¡Gracias, Señor Jesús, por liberarme del desorden egoísta del hombre!” Amen.
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