The Catholic Community of Northern Columbia County

“Se llenaron todos del Espíritu Santo” (Hechos 2, 4)

Las lecturas de hoy parecen un estudio de contrastes, ¿no es cierto? En la primera lectura, San Lucas ofrece un dramático relato de la fiesta de Pentecostés que celebramos hoy: un viento fuerte, misteriosas lenguas de fuego, declaraciones proféticas y una inmensa multitud pendiente de cada una de las palabras de Pedro. Pero en el Evangelio, San Juan, ofrece un cuadro más tranquilo e íntimo. Narra cómo Jesús se apareció privadamente a los apóstoles en la Pascua, sopló sobre ellos el Espíritu y los envió a perdonar, así como su Padre lo envió a él a perdonar.

¿Inspira el Espíritu Santo gran entusiasmo y grandes gestos, o más bien sigilosos actos de misericordia? Ambos. No se trata de lo uno o de lo otro, sino de ambas cosas a la vez. Cuando Jesus sopló el Espíritu sobre los apóstoles, les mostró cuál había sido la razón de su muerte y resurrección: obtener el perdón de sus pecados y los de todo el mundo. Luego cuando el Espíritu Santo se derramó en Pentecostés, los llenó con el poder de proclamar esa misericordia por todos los confines de la tierra.

Esta es la clave de nuestra celebración de hoy: necesitamos experimentar tanto la misericordia como el poder del Espíritu Santo. Necesitamos saber, íntima y personalmente, cuán misericordioso es Dios. Necesitamos saber que nada, ni siquiera el mayor de los pecados , puede superar el amor que él tiene por nosotros. Ese amor puede impulsarnos a ir al mundo a proclamar la buena noticia a los demás.

Hoy, más que ningún otro día, es una gran oportunidad para pedir un nuevo derramamiento del Espíritu Santo. Pídele al Espíritu que llene tu corazón y te conduzca a un encuentro personal con la misericordia de Dios. Luego pídele al mismo Espíritu que te dé la valentía de proclamar esa misericordia a lo largo y ancho del mundo. Amen