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8 de diciembre de 2024 2 Domingo de Adviento

“Dios ha ordenado que se abajen todas las montañas y todas las colinas,
que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra.” (Baruc 5, 7)

La primera lectura de hoy contiene una profecía de lo que Dios haría por el pueblo de Israel mientras soportan el exilio en Babilonia. Baruc, escriba del profeta Jeremias, proclama que “todas las montañas” se abajaran y que “todas las colinas… todos los valles…” se rellenaran. De modo que los exiliados tendrían una ruta directa a través del desierto para regresar a casa (Baruc 5, 7).

¡Estas eran muy buenas noticias! El único camino establecido entre Babilonia y Jerusalén llevaba a los viajeros por un largo arco en el noreste a través de la tierra fértil que rodeaba el desierto de Siria. Pero Dios estaba tan deseoso de traer a su pueblo de regreso que prometio allanar el camino a través del desierto y unirse a ellos en el camino: “Guiará a Israel en medio de la alegría… escoltando con su misericordia y su justicia” (Baruc 5, 9).

Esta es una forma perfecta de describir el milagro de la Navidad. Dios no esperó a que diéramos tumbos por el desierto de nuestro pecado que nos separa de él. No se quedó en el límite de la Tierra Prometida y nos ordenó que realizáramos un viaje peligroso por nuestra propia cuenta. Por el contrario, entró en este mundo sumido en el pecado para ofrecernos “su misericordia y su justicia”. Luego de haber visitado la tierra de nuestro exilio, ahora extiende su mano y nos promete conducirnos a su hogar celestial.

Baruc nos dice que Dios “ha ordenado” que las montañas se abajen y que los valles se rellenen (5, 7). Y cuando Dios habla,  ¡la creación obedece! Jesus ha allanado “el nuevo camino de vida” para que nosotros finalmente podamos regresar a casa (Hebreos 10, 20). Amen.

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