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4 de mayo de 2025 Tercer Domingo de Pascua

El libro de los Hechos de los Apóstoles contiene relatos maravillosos y a veces podría parecernos que estamos  leyendo una obra de ficción. Pero ese no es el caso. La primera lectura de hoy es un ejemplo. Realmente había hombres y mujeres que, frente a la severa persecución a la que se vieron sometidos, siguieron llenando a Jerusalén con la buena noticia. Pedro y los apóstoles realmente fueron
interrogados, torturados y encarcelados. Pero eso no los detuvo. Más bien respondieron: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres” (Hechos 5, 29).

Puede ser difícil identificarse con tanta valentía. Así que imaginemos como en nuestro tiempo podemos “llenar” los lugares en los que habitamos con la buena noticia de Jesucristo.

Piensa en un lugar al que acudes regularmente, un lugar que implica esperar. Tal vez es la fila para recoger a tus hijos en la escuela o un viaje en autobús o el tiempo entre tus clases. Ahora imagina que esos lugares son tu “Jerusalén” (Hechos 5, 28). Imagina la buena noticia del amor y la misericordia salvadora de Dios haciendo ebullición, en tu corazón, llenándote de vida y alegría. Tu sientes que no puedes contenerla. De modo que en lugar de mirar tu teléfono, levantas tu cabeza, sonríes y miras alrededor buscando a alguien para compartirla.

Al mantener esta postura de apertura y conexión con la alegría del evangelio, naturalmente comenzarás a conocer a algunas de las personas que también esperan junto contigo. Algunos de tus compañeros de clase podrían apreciar tu apertura y tú puedes iniciar una conversación sobre tu fe. O tal vez terminan entablando una amistad con otro pasajero del autobús.

“Espiritu Santo, concédeme la valentía de compartir la buena noticia dondequiera que vaya”
Amen

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