“La vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” (Lucas 12, 15)
“No te lo podrás llevar contigo”. Esta puede ser na buena forma de resumir la parábola de Jesús del Evangelio de hoy. El propietario había sido bendecido con una abundante cosecha, así que decidió construir graneros más grandes para almacenar su grano. Luego
planeó una maravillosa jubilación. Pero Dios le dijo que moriría aquella misma noche y le preguntó: “¿Para quién serán todos tus
bienes?” (Lucas 12, 20).
Puede ser tentador creer que nuestra vida consiste en nuestras posesiones. Es fácil sucumbir a la seducción de los nuevos “juguetes” que aparecen en el mercado prácticamente todos los días. El problema es que nuestro deseo de llenar nuestra vida con más posesiones puede ensombrecer nuestro deseo de Dios. A menudo podemos pensar más en la siguiente “cosa” que vamos a comprar que en nuestra necesidad de acercarnos a Dios y cuidar de sus hijos que sufren.
El remedio no es deshacernos de todas nuestras posesiones, eso no es lo que Jesus nos está pidiendo que hagamos. Pero lo que sí
desea es que seamos conscientes de cuánto tiempo y dinero dedicamos a buscar y adquirir nuevos “tesoros” para nosotros mismos (Lucas 12, 31). Es más, desea que reconozcamos el modo en que esto ocupa el tiempo y los recursos que podríamos dedicar a ser “rico de lo que vale ante Dios” (12, 21).
Todo lo que tenemos es un don de Dios. La cosecha abundante también era un don. En lugar de tratar de almacenar su grano para poder “descansar, comer, beber y darse una buena vida”, ese hombre pudo haber bendecido a los menos afortunados (cfr. Lucas 12, 19). Del mismo modo, podemos preguntarnos: “¿Cómo puedo reflejar la generosidad de Dios y compartir mis bendiciones con aquellos que las necesitan?” Esto puede significar comprar menos cosas; o dar más a aquellos que realmente lo necesitan. Posiblemente no sea fácil, pero nos hará eternamente ricos en lo que vale ante Dios. Amen.
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