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26 de enero de 2025 3 Domingo Ordinario

“... me ha ungido… para anunciar la liberación a los cautivos” (Lucas 4, 18)

Si pudieras resumir la misión de Jesús en unas pocas palabras, dirias que vino a liberarnos. Eso fue lo que él les dijo a los que se encontraban en la sinagoga de Nazaret mientras leía del libro del profeta: había sido enviado para “anunciar la liberación a los cautivos” y para “dar libertad a los oprimidos” (Lucas 4, 18; ver Isaías 61, 1)

Las personas que escuchaban a Jesús aquel día deben haber recordado la época en que sus ancestros fueron liberados del cautiverio en Babilonia, o tal vez tuvieron una visión del día en que serían liberados de la opresión romana. Pero Jesús tenía en mente algo aún mayor. El Señor había venido a liberarnos del pecado y de la muerte, y de todo lo que nos impide vivir la vida abundante que él nos ofrece.

¿De qué te gustaría ser liberado en este momento? Tal vez la preocupación te tiene atrapado, y arroja una sombra sobre todo lo que dices o haces. Quizá es el miedo el que te mantiene despierto por las noches o te impide seguir al Señor. Podrías sentirte desanimado por la situación en que se encuentra el mundo o en la que se encuentra tu familia. O tal vez estás luchando contra el impulso que te conduce a pecar. 

A veces aceptamos estas cosas como una parte inevitable de vivir como pecadores en un mundo de pecado. Pero esa forma de pensar ignora el poder de la cruz y la resurrección de Jesús. ¡El Señor murió y resucitó para que pudiéramos ser libres de cualquier cosa que nos robe la paz y la alegría!

Examina hoy tu corazón. ¿Hay algo que te mantiene cautivo? Si es así, déjalo ir ofreciéndole al Señor.

“Señor Jesús, ¡gracias por darme libertad!” Amen.

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