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23 de abril de 2023 III Domingo de Pascua

“Escuchenme!” (Hechos 2, 14)

La palabra griega kerigma significa “la proclamación” y la iglesia la utiliza para describir el mensaje central que Pedro y los apóstoles predicaron después de la resurrección de Jesús. La primera lectura de hoy es un ejemplo claro del kerigma de la Iglesia. Dirigiéndose a la multitud reunida en Pentecostés, Pedro proclamó los eventos clave que se encuentran en el corazón de nuestra fe.

Jesús realizó “milagros, prodigios y señales” mientras estuvo en la tierra (Hechos 2, 22). Los Evangelios están llenos de relatos en los que Jesús cura gente, resucita muertos, calma  tormentas, expulsa demonios. Todos estos milagros demostraron que Jesús no era un hombre ordinario. “Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado” (Hechos 2, 23). La muerte de Jesús no era
simplemente una parodia de justicia o un accidente del destino. No, era parte del plan de Dios. Jesús fue a morir voluntariamente, como una víctima inocente del pecado que había en el mundo, para liberarnos del pecado.

Jesús resucitó de entre los muertos. El Señor rompió las  cadenas de la muerte y reveló la promesa de la resurrección, tanto para él como para todos aquellos que creen en él. Habiendo ascendido al cielo, Jesús derramó “el Espíritu Santo prometido” (Hechos 2, 33). Gracias a ese Espíritu, cada uno de nosotros puede experimentar el amor de Dios en su corazón.    Amen. 

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