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22 de septiembre de 2024 XXV Domingo ordinario

“El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe”  (Marcos 9, 37)

Jesús les preguntó a los discípulos sobre qué estaban discutiendo y ellos no tuvieron más opción que decirle: Debatían acaloradamente sobre cuál de ellos era el discipulo mas importante. Jesús les dijo, entonces, que se concentraran en ser siervos, no en convertirse en el más importante. Probablemente esa no fue la primera vez que les dijo algo parecido, ¡y con seguridad no fue la última!  

Pero luego, en lugar de profundizar más en su enseñanza sobre el servicio, cambió al tema de recibir a un niño en su nombre. ¿Por qué Jesús cambió el tema?

En realidad, no lo hizo. Simplemente tenía una definición diferente de servicio de la que tenían los discípulos y probablemente de la que tenemos nosotros. Al igual que los discípulos, podríamos pensar en el servicio en términos de cantidad e impacto. Pero esa no es la forma en que Jesús lo ve. Si diriges un estudio bíblico con cincuenta personas y tu vecino dirige uno con cinco, eso no necesariamente te convierte a ti en un mejor siervo.

Si estás utilizando todo tu tiempo libre en ayudar a numerosos ministerios de la parroquia y tu vecino solo puede dedicar una hora a la semana, eso no significa automáticamente que tu eres un mejor siervo.   Jesús prometió que aquel que sea “el último de todos y el servidor de todos” será el “primero” (Marcos 9, 35). Pidamos al Señor la gracia para que todos podamos vivir en la humildad y la sencillez de Cristo.

“Señor Jesús, te pido que me des un corazón de siervo.” Amen. 

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