“El fruto muestra cómo ha sido el cultivo de un árbol” (Eclesiastico 27, 6)
Un árbol tiene como propósito dar fruto. Pero, como nos lo recuerda el libro del Eclesiastico, la cantidad y la calidad del fruto se determinan por la forma en que el árbol ha sido cuidado. ¿Qué clase de nutrientes han alimentado sus raíces? ¿Cuánta luz ha brillado sobre sus hojas?
Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy hacen eco de las observaciones del Eclesiastico. Al igual que la savia del Antiguo Testamento, Jesús les dice a sus discípulos que “cada árbol se conoce por sus frutos” (Lucas 6, 44). Pero también dice que “El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón” (6, 45). Eso significa que lo que “almacenas” en tu mente y tu corazón lo que tomas como nutriente finalmente sale, para bien o para mal.
Podrías preguntarte: ¿Cómo puedo llenar el almacén de mi corazón con el bien? ¿Cómo puedo nutrirme y cultivarme, de modo que produzca el buen fruto para el que fui creado? Hay algunas respuestas obvias a estas preguntas. La oración regular puede ayudarte a arraigarse profundamente en el Señor. Aprender versículos bíblicos de memoria puede crear un ambiente de gracia y fe que te ayudará a producir buenos frutos
Pero hay otra respuesta que no es tan evidente: tus relaciones con otros hermanos y hermanas en Cristo. Las personas que comparten su fe pueden ser una gran ayuda para nutrir tu corazón. Los hermanos y hermanas con quienes oras pueden animarte. Por sobre todo, nunca te olvides de la gracia de Dios; el mismo te creó para producir buen fruto. El Señor quiere llenarte y darte facilidad de palabra para mostrar su bondad y su amor, y quiere ayudarte por medio de tus amigos. Amen.
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