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19 de noviembre de 2023 XXXIII Domingo Ordinario

“Te felicito, siervo bueno y fiel… has sido fiel en cosas de poco valor.” (Mateo 25, 23)


Todos anhelamos escuchar estas palabras de Jesús cuando finalmente nos encontremos con él. Aunque nos equivoquemos, ponemos nuestra fe en la misericordia del Señor. Esperamos un día encontrarnos con nuestro Maestro con alegría y confianza en lugar de con temor y temblor. En esta parábola, Jesús nos enseña cómo estar preparados para el momento en que el regrese en gloria.

Más adelante en este discurso, contó dos parábolas similares. Primero, habló de dos criados que estaban a cargo de la casa de su señor (Mateo 25, 45-51). Uno es responsable y provee fielmente a los otros criados. Fue recompensado y puesto a cargo de toda la propiedad. El otro es perezoso, egoísta y cruel con los demás; ese se ganó un severo castigo.

La segunda parábola que narró Jesús involucra a dos grupos de mujeres que esperan al novio (Mateo 25, 1-13). Algunas son previsoras y llevan aceite; las otras son despreocupadas y no lo llevan. Cuando el novio regresa, solo las muchachas previsoras tienen aceite para encender sus lámparas. Ellas están listas para recibirlo y entrar en la fiesta. Las despreocupadas se apresuraron a comprar aceite, pero al final, llegaron demasiado tarde para unirse al festejo.

En la parábola de hoy, Jesús trata de mostrar a sus discípulos
una vez más como estar preparados para su retorno. El Señor quiere que todos entremos al festejo del cielo y tomemos “parte en la alegría de (nuestro) Señor” (Mateo 25, 21). Y eso requiere fidelidad. Jesús quiere que seamos como aquellos siervos que generaron ganancias. Cada acto de amor y obediencia nos ayudará a vivir como hijos de la luz. 

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