“... que se amen los unos a los otros” (Juan 13, 34)
El tiempo había llegado. Jesus había dedicado mucho tiempo a enseñar a sus apóstoles, a revelarles al Padre y prepararlos para llevar su mensaje de salvación al mundo. Pero esta era su última noche en la tierra, y él quería que sus últimas palabras tuvieran valor para ellos. Y lo hizo destilando toda su sabiduría y revelación en un solo “mandamiento nuevo” (Juan 13, 34).
Que se amen unos a otros (Juan 13, 34). Durante su ministerio, Jesus se dedicó a enseñarnos cómo vivir juntos en amor. El Señor sabía que todo lo que dijo e hizo contribuye a lograr este objetivo. Anhelaba derribar todos los muros divisorios que nos impiden tratarnos unos a otros como hermanos que fueron creados por amor por el mismo Padre celestial. Y ahora estaba por derribar el muro más grande de todos: el poder del pecado.
Como yo los he amado (Juan 13, 34). Desde el principio, Jesus les había mostrado a los apóstoles como debían amarse. El Señor había sido infinitamente paciente con la débil fe que ellos tenían y su incapacidad para comprenderlo. Constantemente los exhortaba a recibir la misericordia del Padre para que fueran misericordiosos unos con otros. Y ahora iría tan lejos como para ofrecer su propia vida en la cruz para liberarlos. Esta es la forma en que el los amo: entregando su vida por ellos. Y esta es la forma en que quiere que nos amemos unos a otros: de modos tangibles, entregándonos desinteresadamente por los demás.
Jesus ya no está con nosotros del mismo modo en que estuvo con sus apóstoles. Pero está con nosotros por medio del don de su Espíritu Santo, por medio de nuestros hermanos en Cristo y por medio de su presencia en la Eucaristía. Así que volvámonos a él y recibamos ese amor. ¡Cumplamos su nuevo mandamiento! Amen
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