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18 de agosto de 2024 XX Domingo ordinario

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Juan 6, 55)

En 1975, mientras viajaba a Saigón, el obispo vietnamita Francisco Xavier Nguyen Van Thuan fue tomado prisionero. Su familia le envió una botella etiquetada como “medicina” que en realidad era vino, así como algunas hostias quebradas en pequeños pedacitos. Con estas dos cosas esenciales, el compartió el poder de Jesús en la Eucaristía con los otros prisioneros:

“Los seis católicos en el grupo de cincuenta prisioneros en el que me encontraba dormíamos juntos para poder rezar durante la noche. A las nueve y treinta de la noche yo me inclinaba sobre mi tabla de madera y celebraba Misa, en mi corazón por su puesto, y distribuía la Comunión a mis vecinos… Hacíamos pequeñas bolsitas con papel de cigarrillos para proteger el Santísimo Sacramento.

“Cada semana había una sesión de adoctrinamiento. Mis compañeros católicos aprovecharon el receso para pasar el Santísimo Sacramento a otros grupos. Jesucristo estaba actuando, curando el sufrimiento físico y mental. Muchos de los que habían perdido la fe la recuperaron en esos días. “De noche, los prisioneros se turnaban para dedicar tiempo a la adoración. El Santísimo Sacramento ayudó muchísimo. Aun los que eran budistas o los que no eran cristianos se convirtieron. La fortaleza del amor de Jesús es irresistible. La oscuridad de la prisión se convirtió en luz, la semilla germinó silenciosamente en medio de la tormenta.” 

“Señor Jesús, te pido que me nutras y me sustentes todos los días de mi vida.” Amen.

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