“Dichosos ustedes los pobres” (Lucas 6, 20)
¿Te imaginas decirle esto a alguien que no tiene trabajo o un lugar donde vivir: “Mira cuanto te ha bendecido Dios”? Eso es algo que nadie debería hacer, y no es lo que Jesús está haciendo en el Evangelio de hoy. Por el contrario, hace dos cosas: proclama el cuidado de Dios y su interés por aquellos que son materialmente pobres, y proclama dichosos a “sus discípulos” que “lo dejaron todo y se fueron con (el)” (Lucas 6, 20; 5, 11). El Señor estaba declarando dichosos a todos aquellos que habían aceptado la pobreza, las dificultades y el rechazo.
La palabra griega que se traduce como “dichosos” en el Evangelio de hoy tiene diferentes significados que incluyen “felices”, “afortunados” o “que disfrutan del favor divino”. De modo que Jesús les refuerza a sus discípulos que la vida que han escogido es al final una vida de felicidad. Les promete “el Reino de Dios” (Lucas 6, 20). Les promete que llegará el día en que, junto con todos los que están atrapados en la pobreza, “reirán” y “saltarán de gozo” (6, 21-23). El Señor te hace a ti las mismas promesas.
Jesús sabe lo difícil que puede ser vivir el llamado al discipulado. Sabe que hay días en que te sientes como si estuvieras nadando contra la corriente del mundo. El Señor ve los sacrificios que haces para ser generoso con tus ecursos. Ve tu humildad cuando te esfuerzas por perdonar a quienes te han hecho daño.
Si esto te describe de algún modo, entonces recuerda que Jesús te llama dichoso. Recuerda que él te promete todas las alegrías del Reino. Y recuerda que él te da felicidad en este momento. Como dice el profeta Jeremias en la primera lectura de hoy, Dios te hace tan fuerte como “un árbol plantado junto al agua” (17, 8). Aun si no te sientes particularmente dichoso hoy, siempre puedes animarte
porque Jesús es fiel a todas sus promesas. Amen.
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