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16 de abril de 2023 II Domingo de Pascua

“Si no veo en sus manos la señal de los clavos…” (Juan 20, 25)

Habría sido razonable que Jesús se sintiera decepcionado con la actitud de Tomas, incluso enfadado. En lugar de creer en lo que le dijeron los demás apóstoles de que Jesús había resucitado de entre los muertos, Tomas dijo que él no creería a menos que lo viera por sí mismo.

Pero Jesús no estaba molesto; todo lo contrario, le mostró su misericordia Tomas. Fue compasivo con él y se aseguró de regresar cuando Tomas estuviera presente. Fue paciente con la debilidad de Tomas, y se acercó a él, ofreciéndole sus manos para que viera las marcas de los clavos. Esta impresionante misericordia condujo a Tomas a hacer una profunda profesión de fe: “Señor mío y Dios mío! (Juan 20, 28).

Eso es lo que produce la misericordia: Nos lleva de la incredulidad a creer. Nos acerca a una mayor fe en el Señor, ¿por qué? Porque, al igual que Tomas, nos sorprende; debilita nuestras defensas y nos derrite el corazón. Cuando ve nuestros errores, se llena de compasión por nosotros. Nos muestra que “eterna es su misericordia” (Salmo 118, 2). Santa Faustina, “apostola” de la Divina Misericordia, escucho que Jesús le dijo: “No quiero castigar a la humanidad que sufre, sino que deseo sanarla, abrazarla a mi corazón
misericordioso” (Diario, 1588). Al celebrar hoy el domingo de la Divina Misericordia, dedica tiempo a meditar en las formas en que has experimentado la misericordia de Dios. Permite que el recuerdo de estas experiencias llenen tu corazón con un amor más grande y más profundo por Jesús que es la Misericordia encarnada y te permita tener una fe más profunda. Amen.

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