“La fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta.” (Santiago 2, 17)
Piensa en tu fe como si fuera una llama en tu corazón. Es ante todo un don de Dios, pero no brillará a menos que la alimentes. Sin una fuente de combustión, se ahogaría. Todos sabemos cómo nutrir nuestra fe: Con oración, con los sacramentos y con la Palabra de Dios. Pero hay otro “combustible” sin el que no podemos hacer nada: Las buenas obras.
La segunda lectura de hoy es un fuerte recordatorio de que nuestra fe no es simplemente algo entre el Señor y nosotros. Por eso, cuando amamos a nuestro enemigo, también estamos amando al Señor y eso hace que la llama de nuestra fe se haga más grande y brille con mayor intensidad.
Sabemos que Dios nos invita a cuidar de nuestros hermanos que pasan necesidad, es una de las formas en las que respondemos al amor que él ha derramado en nuestro corazón. Pero en las ocupaciones cotidianas y las dificultades de la vida, es fácil enfocarnos solamente en nuestros asuntos. A veces se requiere de un esfuerzo deliberado para pensar más allá de nosotros mismos y de nuestra familia inmediata. Eso en parte se debe a que a menudo no “vemos” a los pobres entre nosotros. Pero no significa que no existan o no necesiten nuestra ayuda.
Probablemente ya estás realizando algunas buenas obras. Quizá estés apoyando a alguna obra de caridad, o prepares comida para algún refugio o te acerques al vecino que está solo. Pero independientemente de lo que hagas, de vez en cuando pregúntale a Jesús si hay algo mas o distinto que deberías hacer.
“Señor Jesús, te pido que me muestres cómo puedo cuidar de los demás” Amen.
Comments
There are no comments yet - be the first one to comment: