“Muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mateo 22, 14)
Quizá este verso con el que Jesús termina la parábola del Evangelio de hoy, te provoca un escalofrío. Tal vez te hace pensar: “Espero ser uno de los escogidos para ir al cielo.” O quizá te cuestionas la justicia que contiene. “Si Dios ya ha llamado a las personas, ¿por qué no las escogería?” La parábola de hoy ofrece algunas respuestas.
Primero, escuchamos sobre un rey que decidió buscar en otro lado cuando los primeros invitados rechazaron ir a la boda de su hijo y maltrataron a los mensajeros. “Los que habían sido invitados no fueron dignos”, dijo (Mateo 22, 8). Luego vemos que les dice a sus sirvientes que vayan a invitar a todo el que encuentren.
Mira la “dignidad” de los invitados iniciales del rey. Resultaron ser asesinos, así que el rey probablemente supo que no eran “dignos” de la invitación. Pero eso no importó. Aun si tenían un pasado de pecado, eso no tenía que descalificar los. Al aceptar la invitación y dirigirse hacia el salón del banquete, se habrían encaminado por la senda del arrepentimiento y de una nueva vida. Lo mismo sucede con el segundo grupo de invitados, que estaba compuesto de “malos y buenos” por igual (Mateo 22, 10). No estaban obligados por lo que hubieran hecho o no antes.
Lo mismo sucede contigo. Tu dignidad no se basa en si has hecho algo bien. Tu te vuelves digno cuando aceptas la invitación. Todos son llamados; así que pidamos al Señor que todos podamos aceptar la invitación para que seamos contados entre los “escogidos” (Mateo 22, 14). Amen.
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