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15 de junio de 2025

“... el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena” (Juan 16, 13) 

No es coincidencia que celebremos el domingo de la Santísima Trinidad ocho días después de Pentecostés. El misterio de la Santísima Trinidad es tan profundo que necesitamos al Espíritu Santo, el “Espíritu de la verdad” (Juan 16, 13) para que nos ayude a comprenderlo. Y lo que es más importante, es solo por medio del Espíritu, que se derramó en Pentecostés, que podemos entrar en una relación profunda con nuestro maravilloso y trino Dios.

Es el Espíritu el que nos motiva a orar y adorar a Dios. El pone en nuestro corazón el deseo y nos enseña a orar. Abre nuestros oídos para que podamos escuchar a Dios que nos habla y abre nuestro corazón para que podamos conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de un modo personal.

El Espíritu nos abre la Escritura, revelándose quien es Dios. Ilumina nuestra mente por medio de la palabra de Dios y nos ayuda a comprender su radical plan de salvación. Hace real para nosotros el deseo constante de Dios de convertirnos en sus propios hijos.

Quizá lo que es más maravilloso es que es el Espíritu el que “ha llenado con su amor nuestro corazón” (Romanos 5, 5). Sabemos
intelectualmente que Dios es amor (1Juan 4, 8), pero el Espíritu nos ayuda a experimentar la inmensidad de ese amor. Nos muestra que somos la niña de los ojos de Dios, amados desde antes del inicio de los tiempos. Nos muestra el amor que motivó al Padre a darnos a su Hijo, para que podamos vivir a su lado para siempre.

Nunca será posible comprender completamente el misterio de la Trinidad, pero puedes dejarte atrapar por el. Puedes conocer a
Dios y el amor que él derrama en tu corazón hoy. “Padre, Hijo y Espíritu Santo, te cantaré alabanzas para siempre”
Amen

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