Jesús… iba camino de Jerusalén.” (Lucas 19, 28)
Hoy comenzamos la Semana Santa. Nos uniremos a la multitud y exclamamos: “¡Hosanna!” mientras Jesus entra en Jerusalen. Lo
escucharemos enseñar, incluso mientras la gente conspira para matarlo. Lo veremos lavar los pies de sus discípulos y ofrecerles su Cuerpo y su Sangre, a pesar de saber que uno lo traicionara y el resto lo abandonara. Veremos cómo es rechazado por su pueblo y entregado para morir en una cruz.
Es fácil ver a Jesus solo como una trágica y desafortunada víctima del odio y la violencia, y si lo era; pero era mucho más que eso. El
Señor decidió libremente aceptar su pasión y muerte. Libremente decidió ofrecerse en sacrificio por nuestra salvación. No puso resistencia a sus captores, al igual que el Siervo Sufriente que “ofreció la espalda a los que lo golpeaban, la mejilla a los que le tiraban la barba” (Isaías 50, 6).
Esta semana, tenemos la oportunidad de acompañar a Jesus en su camino hacia la cruz. El Señor nos invita a darle gracias y alabanza por sus obras maravillosas. Nos invita a recibir su Cuerpo y Sangre que libremente derramó por nosotros. Y nos invita a mantenernos despiertos con él y a “levantarnos y orar para no caer en la tentación” (Lucas 22, 46).
Al igual que los discípulos, es posible que no hagamos esto perfectamente. Pero así como Jesus decidió ofrecerse libremente por nosotros, también nosotros podemos decidir libremente permanecer cerca de él. Podemos leer su palabra y recordar todo lo que ha hecho por nosotros. Y si nos equivocamos, podemos recibir la misericordia que él ofrece desde la cruz: “Padre, perdónalos” (Lucas 23, 34).
“Señor, te pido que me ayudes a permanecer cerca de ti durante esta semana.”
Amen
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