“Por encima de todos los ángeles, principados… y dominaciones…” (Efesios 1, 21)
En este día en que celebramos la Ascensión del Señor al cielo, prestemos atención a las palabras de San Agustin: “Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón” (Sermo de Ascensione Domini, 1). Así que levantemos nuestro corazón y permitamos que Jesús nos ofrezca una mirada de todo lo que él obtuvo al ascender a la casa del Padre. ¡Alabemoslo por su gloria celestial!
“Señor Jesús, tú estás sentado a la derecha del Padre (Efesios 1, 20). Tu eres el eterno Hijo de Dios, tu gloria es mucho más grande que cualquier cosa que se pueda imaginar. Los ángeles se inclinan delante de ti y te cantan alabanzas. ¡Permite que mi
voz sea una con las de ellos al proclamar hoy tus alabanzas, te lo ruego!
“Cuando ascendiste al cielo, Jesús, mi Señor, nos diste acceso a la casa del Padre. Ahora puedo confiar en que puedo seguirte a
donde has ido; no solo en espíritu sino, como lo hiciste tu, fisicamente. Te alabo, Señor, porque tu ascensión me muestra que puedo esperar con gozo la resurrección de mi propio cuerpo.
“En tu esplendor celestial, Señor Jesucristo, continuas amándome y entregándote a mí. Ahora sé que eres el eterno sumo sacerdote. Tu cuerpo glorificado todavía lleva las marcas de tu crucifixión, y tu sacrificio nunca cesa de dar gloria a tu Padre celestial. Gracias, Señor Jesús, porque siempre intercedes por mí, por mis seres queridos y por el mundo entero.
“Señor Jesús, Dios Todopoderoso, toda la honra y gloria a ti. Hoy, ¡levanto mi corazón a ti, para adorar y alabar tu gloria celestial! Te pido que, en esta fiesta de la Ascensión, aumentes mi esperanza.” Amen.
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