El evangelista Marcos inicia su Evangelio con una exigencia de preparación, del cumplimiento de la Sagrada Escritura en Jesús y la invitación de Juan Bautista a la conversión: “Mira, te voy a enviar a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Marcos 1,2-3). Sin embargo, esa llegada suya requiere de nosotros una conversión verdadera desde el fondo del corazón. Salir en busca de lo novedoso, como el pueblo que seguía a Juan
Bautista, implica movimiento y apertura. ¿Qué pide este pasaje del Evangelio de nuestra parte? ¿Qué cambios haré en este Adviento que ayude a mejorar mi relación con los que me rodean?
Otro elemento importante, en este segundo Domingo de Adviento, es lo que el Profeta Isaías nos indica con referencia a consolar a los que sufren. El deber de consolar lo experimentamos muy fuerte en el tiempo de la pandemia. ¿Lo recuerdas? El sufrimiento obliga a estar cerca del otro y anima a tener esperanza y a vivir más conscientes de las necesidades de nuestro prójimo. “Consuelen, dice Yavé, tu Dios, consuelen a mi pueblo” (Isaías 40,1). Entonces, comencemos, no esperemos sentados, llevemos consuelo y esperanza a nuestro alrededor. Enderecemos los caminos, las curvas que evitan llegar al Señor, para que su ternura baje del cielo y se pose en cada persona y así germine la justicia y la fidelidad. ¡Ven Señor! ©LPi
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