When I was a young seminarian, I asked a wise old priest how to pray better. He said simply, “Don’t lie when you pray.” He helped me to see how much energy I waste in trying to appear acceptable to God when I pray. For me, prayer was showing off for God and hiding what was ugly.
It’s stunning that the Gospel of Matthew tells us of Jesus, “He left Nazareth and went to live in Capernaum by the sea, in the region of Zebulon and Naphtali…” This isn’t just the Lord’s relocation up north. It’s his moving into places of shame and defeat. This region was where the enemy invasion of Israel began centuries before. Jesus left the comfortable confines of Nazareth and sought out a place of darkness, not to bring shame, but to announce the dawning of his light.
When we pray, we usually prefer Jesus to stay put in our little Nazareths — where we feel comfortable, successful, and in control. But he moves. He re-locates into the Zebulons and Naphtalis of our shame, embarrassment, fear, and sense of being defeated. The question for us is: will we allow him to take up residence in those places in our prayer time? Will we talk to him honestly about our places of darkness? If we do, we’re no longer lying when we pray.
— Father John Muir ©LPi
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Hay un paso muy importante para obtener la paz y es la actitud de conversión de la persona en su totalidad. Desde el fondo del corazón, girar el pensamiento hacia lo positivo y caminar a la conquista del reino de los cielos. La invitación es lanzada por el mismo Jesús.
¿Quién desea responder a su llamado? En su tiempo respondieron unos hombres sencillos y humildes que, dejando sus redes de inmediato, lo siguieron y deciden caminar con Jesús. Ellos son los primeros modelos a seguir y enseñan lo que significa convertirse. Ahora, la conversión debe llevar a ver dónde se está y hacia donde se quiere llegar. Existen riesgos y se deben asumir con la seguridad de que Dios camina a nuestro paso en el proceso.
El centro del mensaje del Evangelio de hoy es no cerrar el corazón al llamado de Dios. Nunca es ta rde para revisar y reorientar la vida hacia el Señor. ¿Cómo me llama Jesús hoy? ¿Qué desea que haga? ¿Quizá me llama al sacerdocio, o vida religiosa? ¿Tal vez a formar una familia? Cualquiera que sea, debo estar atento para responder con firmeza. El salmo de hoy nos anima a dar esta respuesta: “El Señor es
mi luz, mi salvación, ¿de quién tendré miedo? El Señor es mi refugio, ¿a quién temeré? (Salmo 26). Señor, se mi baluarte para mi conversión, que sea responsable de las tareas encomendadas en la vida cotidiana para, así, responder a tu llamado diariamente y seguirte, cumpliendo mi deber como padre/madre de familia, como estudiante y trabajador. ¡Que así sea! ©LPi
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