“No queremos volver a oír la voz del Señor” (Deuteronomio 18, 16)
Al dirigirse a los israelitas mientras estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida, Moises recordó lo que pasó cuando Dios estaba a punto de darles los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí. Dios anunció su presencia con relámpagos, truenos y un ensordecedor sonido de trompetas (Éxodo 20, 18 -19). Aterrorizado, el pueblo se alejó diciendo: “No queremos volver a oír la voz del Señor” (Deuteronomio 18, 16). Ellos le suplicaron a Moises que fuera él quien les transmitiera el mensaje.
Pero, sabiendo que él no iba a estar con ellos mucho más tiempo, Moises les prometió que Dios les enviará a alguien que ocuparía su lugar: “un profeta como yo … A él lo escucharán” (Deuteronomio 18, 15). ¡Qué alivio! Dios les prometió que nunca más tendrían que soportar el trauma de escucharlo a él directamente. Y así fue. En cada generación, Dios hizo surgir profetas para su pueblo. Debora, Elias, Isaias, Jeremias: Ellos y otros escucharon a Dios directamente y proclamaron lo que habían escuchado.
Pero ahora, a través de Jesús, la Palabra viva de Dios, todo cambió. Al destruir la muerte y el pecado, él abrió el camino para que los pecadores nos presentemos delante del Dios santo. Ahora, cada uno de nosotros puede conocer a Dios personalmente.
Tu Padre celestial tiene un mensaje que desea transmitirte hoy, un mensaje que es solo para ti. De manera que aquieta tu corazón, calma tus miedos y escucha. Amen.
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