“El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Juan 10, 11)
Ese conocido pasaje sobre el buen pastor recuerda las reconfortantes imágenes de los libros para niños que ilustran a Jesús como un bondadoso pastor que carga a una oveja sobre sus hombros. Pero Jesús ilustra un cuadro más poderoso. Su buen pastor es un protector; el cuida y guarda a sus ovejas. No se sienta pasivamente cuando los depredadores se acercan; actúa rápidamente para mantener a salvo a su rebaño. No huye ni abandona las ovejas; se mantiene firme y las defiende (Juan 10, 12). Incluso “da la vida por sus ovejas” (10, 11).
Desde luego sabemos que Jesús está hablando de si mismo. El es un pastor distinto a los “pastores” de Israel. En el capítulo anterior del Evangelio de San Juan, los jefes religiosos judios reaccionaron a la curación milagrosa que Jesús realizó expulsando al hombre que había estado ciego de la sinagoga (9, 34). El Señor ofreció sanación y revelación al pueblo de Dios, sin embargo, estos pastores no solo lo rechazaron sino que además impidieron que sus “ovejas” recibieron la vida abundante que él vino a darles (10, 10). Al contrario, Jesús busco al hombre que había curado, lo consoló y lo condujo a la fe (10, 35-38). Esto es lo que un buen pastor hace.
Jesús no es solo “el” buen pastor; ¡él es tu buen pastor! A diferencia de un empleado que solamente trabaja por una paga, Jesús se conmueve con un amor profundo por ti. Su amor es tan intenso que gratuitamente y con disposición ofreció su vida en la cruz por sus ovejas, por nosotros, por ti. “¡Gracias, Señor Jesús, por ser mi buen pastor!” Amen.
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